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Testimonio 19 de Abril 2019 - JUEVES SANTO


Es jueves Santo, estoy volviendo de misa en la iglesia con hermanas en el tren. Ellas van a provincia de Buenos Aires, yo dentro de CABA. Salgode la estación y camino 20 metros, la calle vacía, iluminada, a una cuadra de Rivadavia pero es como otro mundo. Rivadavia es ruidosa y aquí no se escucha nada y por más de 60 metros hasta el paso a nivel hay sólo vías y no circulan autos.
Veo venir a un varón de aproximadamente 30 años, no más, grandote, vestido bien y nervioso. Mientras veo ésto camino porque no puedo hacer nada, no hay dónde meterse más que seguir caminando. Entonces se cruza y me pregunta la hora. Le digo que no sé e intento seguir caminando, me mira y se acerca más cerrándome el camino y me voy para atrás.  Me dice extendiendo un brazo: "mirá", mostrándome cómo despliega con lentitud una navaja de unos 15 cm de largo, curva, estilo Karambit (acabo de buscarla en internet) "dame tu celular". Yo pienso que no, que tengo datos valiosos, no por el valor económico, le digo "te doy otra cosa, tomá la mochila". Se avalanza hacia mí y agarra la mochila y repite que le dé el celular, trata de meterme las manos en los bolsillos, como yo siempre voy con mucha ropa no los encontraba... me encuentro de frente a
él tratando de soltarme de sus manos, no puedo pensar mucho, sólo que estoy arriesgando la vida y era necia, pero tengo miedo no sólo por el celular sino porque estoy a merced de un hombre intoxicado, en una calle desierta y pienso que era un arma suficientemente grande para hacerme muchísimo daño.  Le repito que le doy cualquier otro bien. Toma mi mochila pero no se convence y de pronto lo tengo de frente tomándome las muñecas y mirándome a los ojos mientras repetía lo mismo, no sé cómo digo en su cara la conjura que nos enseñó nuestro Maestro y Obispo, Monseñor Claudio Páleka, en un seminario, la digo en automático, ni siquiera espero que de resultado, la aprendí hace 20 años. Al hacer ésto él se tira encima mío y estoy en el piso, en la vereda y grito, me dice que no grite y yo grito y se asoman a 30 metros dos chicos, estaban escondidos del lado interior de las vías. En ese momento ni siquiera sé si no estaban con el que me estaba atacando a mí.  Me parecía rarísimo que aparecieran recién ahí. Uno le dice: "¿qué hacés, le estás queriendo
robar?" pero casi como si se conocieran. El que me atacó a mí me dice "quedate quieta" y yo a riesgo de que me agarre, me incorporo y corro, corro despacio porque estoy con zapatillas finitas y mochila y la verdad no sabía si era seguro o no ir hacia esos chicos, pero grito que sí (que
me estaba queriendo robar) y corro.  El hombre les dice: "está loca, no le hagan caso, grita porque es una loca". Uno de ellos me pregunta si "está conmigo" (si íbamos juntos, si era "una discusión de pareja") yo digo que no, que me había querido robar. Como estos lo insultan y me pongo detrás de ellos, el que me había atacado sale corriendo. Los chicos estaban algo mareados, los ojos rojos. Uno me dice que soy una irresponsable por ir por esa calle sola siendo mujer... que si no estaban ellos...
Yo trato de irme del lugar lo más rápido que puedo, pienso que el otro que se fue puede tranquilamente dar la vuelta manzana y que me faltaba caminar en medio de la nada aún 25 metros más, y ellos no paraban de hablar sin ofrecerme acompañarme.  Trato de razonar.  Los dejo que me sigan diciendo lo que tengo que hacer o no y que "si no fuera por ellos, que si no fuera por ellos...". En ese instante recuerdo que hice la conjura.
Uno me dice: "mirá, ahí enfrente va caminando un policía (fuera de servicio, todo de negro sin el chaleco, no sé cómo lo vió), aprovechá, andá con él hasta la avenida". Les agradezco y me voy.
Llego llorando a casa, pensando que podría no haberme querido robar sino algo peor, pensando que es jueves Santo, que gracias a Dios pude hacer seminarios y tengo el regalo inmenso, que no tiene precio, de haber recibido estas técnicas rituales.  Son 7 cuadras. Después de dos me propongo dejar testimonio de ésto porque todxs estamos siendo arrinconadxs por la oscuridad, algunxs, por lo que sea, se vuelven instrumentos de ella (que Dios los rescate) y en medio de ello, hoy mi Señor ha guardado de mí. Nadie merece daño, y tantos son dañados, pero hoy Dios me tomó a tiempo de la fatalidad. Hoy que no es un día presente nada más, porque ni siquiera registro cómo
recordé algo que me fue transmitido hace 20 años atrás.
Gracias Madre Nuestra y Maestros de esta Obra.
Hermana Cristina Derazenski