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Testimonio día de la hermandad

Autorizo que sea puesto mi nombre y apellido en el caso de que Ud, Madre, lo  considerara,  y a  publicarlo por cualquier medio.
¡¡ Feliz día!!


Día de San Efrén. Ciudad de Buenos Aires, Argentina. 9 de julio de 2018.

Hay muchos modos de decir sí a un nacimiento, al nacimiento de un hijo, de una gesta en una misma.
Como en la naturaleza, algunas personas buscan con ahínco quedar embarazadas, y al saber que eso es posible luchan por lograr que suceda, se abocan a ello, tornan su energía a ese fin, luego del cual pocas veces se sabe qué camino seguirán, pero sí se sabe que eso mismo, el dar a luz, es ya de por sí una maravillosa, que las creyentes llamamos milagro.
Otras personas no buscaban, y por distintas circunstancias se encuentran un día con la (concepción y luego) gestación, y aún quiza, en estado de estupor, algo dentro suyo manifiesta un “sí, que así sea”.
Otras no, y dan vuelta al capítulo, sienten que aún no es el tiempo, su tiempo.
También está la situación en que ninguna de estas dos cosas pasen y de pronto un ser humano se encuentre con otro ser humano al que anhela apadrinar, y aún más, adoptar, como prole, decir “sí, es mi hija, es mi hijo, no importa que no haya brotado físicamente de mí, no importa que haya vivido hasta ahora una vida sin mí: así lo siento, sí quiero a partir de hoy ser su apoyo, cobijarla/o, desde mi imperfecto conocer, brindarle todo lo que pueda”.

Cuando se trata de gestaciones que Dios propone principalmente en lo espiritual he podido aprender que no difiere mucho de las materiales. Recuerdo hace 18 años a Nuestra Maestra, hacernos un llamado, y una vez que lo meditáramos nos diría el cómo sería la gestación. Recuerdo una emoción entre el “sí, quiero”, ante ella y el “sí, quiero” ante la naciente Hermandad como un tiempo de embarazo -y yo nunca estuve embarazada físicamente-. Algo en mí ser se replegó hacia adentro, pero no dejé de ser operativa en este mundo. Algo en mi ser estaba consciente de un proceso creciente, las 24 horas del día, mientras trabajaba, mientras viajaba, mientras estudiaba, mientras compraba y vendía, mientras conversaba -menos- con otros y más con otras almas en mi misma situación.
Un burbujear de la imaginación nos reverberaba, la hermana Karina y yo, que vivíamos juntas, además de hacer los menesteres diarios, escribímos juntas (algo que nunca antes habíamos hecho), redactábamos historias, imaginábamos otras realidades, algunas de las que ya formaban parte de nuestra vida pero que nunca antes habíamos sentido la necesidad de expresar ni compartir.
Mientras esperábamos el día del alumbramiento, con alegría y temor al mismo tiempo.
Todo ha sido magia. Todo ha sido eternidad con conciencia.

Pasaron los años y luego de ese parto colectivo muchas almas se sumaron como parturientas, y he sido testigo de algunas que no esperaban que sucediera, algo así como el segundo ejemplo que puse en lo físico. Sin embargo, sorprendida, vi la emoción en sus seres, vi que no necesitaron esos días que para nosotras fueron un tiempo sin tiempo, para entrar en esa alegría y temor simultáneos, en esa toma de consciencia de que algo que las excedía y al mismo tiempo era un milagro, se estaba dando en sus vidas. Entendí que con o sin intencional preparación el espíritu entra en esta nueva realidad, si quiere hacerlo.

Hay muchos modos de decir sí, hay muchos modos de hacerse cargo -o no- de ello.
Lo primero que comprendí luego de esto es que como todo acto amoroso, para que se mantenga viva la criatura hay que cuidarla cada día, no alcanza con dar a luz. Y esta atención de cuidado en muchas de nosotras pasa por altibajos que no están exentos de llevar los descuidos a un límite que hagan que la nueva vida perezca, fracase, se nos escape de las manos y no por hechos fortuitos sino por no prestarle la necesaria atención, por no entender que nada que proviene de Dios es indiferente a nuestro fuero interno, o no importe un replanteo de la vida que llevábamos hasta ese momento (así como las personas que tienen hijos de la carne relatan que después de eso “su vida tuvo otras prioridades”, “comenzaron a restar importancia a ciertas cosas y a ponderar mucho más ciertas otras”).

Han pasado mucho años. A pesar de todo lo que escribí hay un punto en que estoy sin palabras. 

Pero lo que sí sé, lo que sí siento, es que ese día, y cada vez que una hermana o hermano fue ordenado como caballero de la Luz, algo latió fuertemente en mi corazón, como si fuera una taquicardia no dañina, una emoción no sentimentaloide. Y lo mismo ha sucedido cuando exhortada como caballero de la Luz algo en mí acusó recibo, por más que hubiera estado alejada emocionalmente, por más que hubiera estado fagocitada por la vida mundanal, como si fuera una madre o padre al amanecer escuchando el llanto del bebé, o el llamado de la criatura de 7 años que no puede dormir, o el pedido de la adolescente que me requiere entera... algo en mí, aún sabiéndome no a la altura de esta inmensa e indescriptible responsabilidad, se sacudió.

La gracia de Dios es misterio y es sin límite. La gracia, desde mi corto entendimiento, es una de las manifestaciones más elevadas del amor sin condiciones que Lo trascendente de la divinidad tiene para con sus criaturas. 

Quizá muera sin honrar esta ordenación, quizá algún día pierda por completo la lucidez y no entienda más nada de nada. Quizá, si dejo que Nuestra Madre con la Misericordia divina hagan algo de todo lo que es posible que haga en mí, no pase en vano por esta existencia.
Hoy me siento un poco como Sara sonriendo al escuchar las palabras del Arcángel (“¿yo, siendo tan vieja? Ya no es posible que quede embarazada...). Y la vejez se dice vulgarmente pero no por ello es menos cierto, se lleva en el alma, no en el cuerpo.

Te doy Gracias y Gloria, Principio que ordena todas las cosas porque no creí jamás conocer este umbral, vivir la gestación, frustrarme y aprender, frustrarme y no encontrar respuestas y así no tener alternativa que desistir o entregarme a lo desconocido, arribar al misterio de la maternidad activa, porque el sí a un acto, a un llevar desde lo interior a lo exterior, a algo tangible, aquello que se nos brinda sin distinción de ninguna especie.

Feliz cumpleaños Hermandad de la Luz, desde su Cabeza y su Guía rectora, nuestros padres espirituales en la tierra, hasta cada una de las almas que me acompañan en esta aventura incierta, al mismo tiempo que única, destellante y con el norte de la instauración de la Nueva Tierra, la que es Reino y la nueva tierra en cada una de nosotras y de todo lo viviente.
FIRMA Hermana Cristina Dera...